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Cuando Castilla y León creía en la Vanguardia

  • El Instituto de la Lengua reedita 'Parábola', 'Manantial' y 'La Cotorra'
  • En ellas escribieron Lorca, Machado, Unamuno, Salinas, Baroja o Diego
Portada de 'Parábola'.

Portada de 'Parábola'.

Esta arremetida podría parecer la declaración de guerra de un artista actual, harto de una cierta imagen cultural de la Castilla y León de hoy. Pero se publicó en 1927 en la revista burgalesa 'Parábola', una de las mejores muestras del periodo de Vanguardia en España.

El autor del párrafo y responsable de la iniciativa fue Eduardo Ontañón, prototipo del innovador artístico de la época: hijo de la burguesía liberal con medios económicos suficientes como para embarcarse en una revista ruinosa.

Un 'niño bonito' que podría pasar por un arrogante, si no fuera porque su invento, en medio de esa tópica Castilla, logró reunir en sus páginas textos recién salidos de las manos de Federico García Lorca, Gerardo Diego, Pedro Salinas, Francisco Ayala o los hermanos José María y Francisco de Cossío, por nombrar solamente a una serie de nombres perfectamente reconocibles hoy. Y lo hizo en ejemplares de 12 páginas, a 50 céntimos de los de entonces.

Pero la limitación de la tirada, las catástrofes políticas posteriores y una cierta negligencia en los estudios de la época sumieron a 'Parábola' en el recuerdo vago o en el olvido. Como ejemplo, un historiador tan competente como Juan Carlos Mariner, en el sexto volumen de su exhaustiva y reciente Historia de la Literatura Española apenas cita a "la modesta 'Parábola'".

El Instituto de la Lengua Castellana ha empeñado meses de esfuerzos para restablecer la verdadera importancia de esta publicación reeditando en un volumen todos los números de 'Parábola' (dos correspondientes a 1923, seis en el periodo 1927-1928). Y, también, los siete números en los que fluyó entre 1928 y 1929 la publicación 'Manantial', en Segovia, y los cinco en los que habló 'La Cotorra' de Soria.

Dibujos de José Machado.

Dibujos de José Machado.

De hecho, el discurso del máximo responsable del Instituto, Gonzalo Santonja, guarda cierto parecido, casi un siglo después, con el de Ontañón y ayuda a comprender por qué se ha implicado personalmente, con su erudición, sus contactos y su colección particular en la reedición de 'Parábola'.

"Hay quienes apoyan una visión cultural interesada de Castilla y León como una tierra seca, plana y servil. Pero hay que recordar que la vanguardia estuvo muy viva y hay quien se olvida, además, de que el clasicismo de hoy fue la vanguardia de ayer".

El resultado trasciende la excelente labor de recuperación. La revista es hija de su tiempo, sí. Pero hay algo en su fragmentación, en su carácter inmediato, en su unión azarosa de autores fuera de su tiempo, una sensación permanente de inmediatez. Es ahí donde 'Parábola', en verdad, renace.

A pesar de sus tipos antiguos, el poema de Lorca dedicado a Jorge Guillén tiene algo de entrega reciente: "No pueden darte posada/ mis dos niñas de sigilo/ morenas de luna en vilo/ con el corazón abierto;/ pero mi amor busca el huerto/ donde no muere tu estilo".

Por un vertiginoso momento, es como si el poeta granadino no hubiera muerto asesinado, sino que permaneciera ahora joven, homenajeando al venerable y sonriente Guillén que nosotros conocimos y él, por desgracia, no.

"Satírica, antipolítica, exótica e insolvente. Es posible que se publique todas las semanas". Sólo en apariencia, 'La Cotorra' es una revista satírica sobre la vida provinciana de Soria. Dirigida por un Gerardo Diego en su etapa de docente de esa ciudad, allí se demuestra que a un gran poeta siempre le corresponde un gran sentido deL humor y que ese humor siempre esconde trazos profundos.

En el poso de la publicación hay un ejercicio intelectual emparentado con todos los estilos de vanguardia y, a su jocosa manera, destruye el tópico del pesimismo castellano con más rotundidad que cualquier declaración altisonante.

Con la perspectiva del tiempo pasado, 'Manantial' resultó un nombre inadecuado para la propuesta segoviana. En realidad, se trató más de una acequia donde desembocó entreverado algo de lo antiguo y algo de nuevo: el modernismo de la mano de Manuel Machado; el noventayochismo de su hermano Antonio, Pío Baroja y Unamuno; el novecentismo de Ramón Gómez de la Serna y la poesía de vanguardia de José María Alfaro.

Ahora todos esos autores de 'Manantial' son clásicos: los que contribuyeron con la mejor voluntad y talento a los tristes tópicos sobre Castilla y España y aquellos otros que se revelaron a veces de manera friamente intelectual.

Pero en 'Manantial' encontramos un texto que logra moverse en el espacio intermedio entre la realidad de la tierra y el cielo de la imaginación. Se titula 'Ciudad ausente' y evoca el momento en que su autora se aleja de Segovia. Ya no ve la ciudad, pero todavía ésta no se forma en el recuerdo. Es el instante "para que el intelecto gozara con la auténtica belleza del paisaje desnudo".

Por aquel entonces, María Zambrano era una joven de gran talento. Al leerla así, encontrada en una revista rescatada del paso del tiempo de forma inesperada, de alguna manera lo sigue siendo.

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